Amor caramelizado al perfume de ciencia ficción

2014-06-24

The Adjustment Bureau (2011) George Nolfi. Prácticas para la revista Miradas de cine.

Si el mes pasado el diablo hacía sus pinitos en la ciudad de Philadelphia en La trampa del mal (Devil, 2011), a este mes le toca a Dios imponer sus voluntades en Nueva York. Destino oculto (The Adjustment Bureau) es la ópera prima de George Nolfi que, a su vez, asume la producción y el guión de la película. Nolfi ha trabajado como guionista en películas como El ultimátum de Bourne (Paul Greengrass, 2007) o La sombra de la sospecha (Richard Donner, 2003), adaptación de una novela de Michael Crichton.

Sorprende como, a pesar del despliegue artístico y visual y ser un filme de ciencia ficción, se apuesta por una ciencia ficción más conceptual, sin apenas efectos especiales.

Como curiosidad, comentar que en la película intervienen treinta dobles con su media docena de asistentes y veinte ayudantes de dirección, entre otros centenares de personas acreditadas. La realización se nutre de la pulcritud de John Toll (Vanilla Sky, Braveheart) a la hora de fotografiar la ciudad de Nueva York.

La música, obra de Thomas Newman (Wall-e, American Beauty) es, sin duda, un elemento que facilita el dinamismo de la película. El protagonista, David Norris, es interpretado por un Matt Damon (y su doble) especializado en este tipo de personajes: dinámico, jovial y atractivo. Norris es un joven político con una carrera in crescendo como nos muestra el enérgico arranque de la película. A poco de las elecciones, un escándalo de adolescencia, ensombrece su ascensión. Antes de un discurso espontáneo y sincero, conoce a Elise (Emily Blunt) y se enamoran como agua para chocolate.

Sin embargo, ese amor no es el destino que tiene asignado y los ángeles-secuaces del Jefe, una especie de gàngsters de corte clásico con sombreros mágicos, intentarán impedir esa relación.

La película es una adaptación de The Adjustment Team, un cuento de Philip K. Dick, escritor norteamericano de ciencia ficción. Resultados de otras adaptaciones de Dick son Blade Runner (1982), Desafío total (Total Recall, 1990), y Minority Report (2002). Sin embargo, poco queda en la película de la obra del escritor y se supedita la reflexión sobre el destino y la libertad humana del cuento a la lucha entre el destino y el amor de la película.

Cabe recordar otros títulos que, con tanto o mejor fortuna, nos presentan esa diatriba entre destino y amor: Cuando Harry encontró a Sally (1989) o Los amantes del Círculo Polar (1998), Serendipity (2001), Olvídate de mí (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004).

A nivel cinematográfico consigue transmitir cierta solemnidad con planos contundentes, expresivos, con un buen uso del espacio, la fotografía y la música. Sin embargo la insostenible historia de amor que se intenta inmiscuir en la trama chirría en tal complejo engranaje cuando intenta, sin éxito, un discernimiento sobre algo tan solemne como el destino y la libertad humana.

Quizás Nolfi debiera haber leído el ensayo de John Stuart Mill Sobre la libertad (1859) o El Banquete de Platón (donde se nos instruye sobre el amor) como muletas para forjar una historia más convincente. Destacable y lamentable es también el discurso sobre el mutilado libre albedrío del ser humano después del Imperio Romano y de cómo se nos presenta a David Norris como el Jesucristo de turno que va a guiar nuestro camino. A parte de la etérea inspiración en Dick, Nolfi ha tenido también presente a Miyazaki y a su Castillo ambulante (2004) en las secuencias finales de las puertas y sus ingeniosas discontinuidades espaciales.

Antes la fe movía montañas, ahora el amor abre las puertas de la dimensión desconocida. Resumiendo, aunque la historia de amor está en primer plano y no lo merece, el resto vale la pena.